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Una imagen vale más de mil palabras

¿Cuántas veces has oído el dicho ese de que una imagen vale más que mil palabras? Seguro que tantas que ni las has podido contar.

En comunicación, esta frase hecha cobra más importancia que nunca. Desde el comienzo de los tiempos hasta la actualidad, las imágenes establecen una relación de confianza entre emisor y receptor.

Mil palabras por decir unas cuantas

Desde las pinturas trogloditas de Atapuerca, las señales de la antigua Pompeya o los grafitis que encontramos en la calle. Los estudios demuestran que el cerebro es capaz de procesar antes una imagen que el texto.

Los expertos en publicidad bien saben esto. Y es que las imágenes constituyen un lenguaje en sí mismo, forman un medio de comunicación. Las imágenes son capaces de expresar deseos, necesidades, sueños, sensaciones o ideas.

¿Impactante la campaña que realizó Burger King para demostrar que sus hamburguesas no tenían conservantes tan potentes como los de su rival, eh?

Todo partió a raíz de que McDonald’s dijera que sus hamburguesas de vacuno podrían aguantar sin deteriorarse manteniendo siempre su impecable aspecto. Craso error. Si queremos que de verdad una imagen valga más que mil palabras, esa imagen, fotografía o retoque tiene que calar hondo.

Por supuesto, la foto o imagen no tiene que ser escatológica, a veces simplemente basta con tomar una perspectiva nunca antes vista. Lo que de verdad importa es que impacte (positiva o negativamente).

Es fundamental que la imagen tenga una alta capacidad de síntesis, ya que esto garantiza un mayor efecto. ¿Qué es lo primero que se os ha venido a la cabeza al ver la foto de arriba?

Pareciera que se trata de un anuncio de bullying o algo similar y que es una persona mirando escondida desde una taquilla, ¿verdad? Hasta que ves la palabra Jeep y algo en tu cerebro hace click, y es cuando entiendes que es la vista desde el motor del coche.

La fotografía publicitaria tiene un gran impacto visual, está creada a conciencia para llamar la atención del receptor hacia el mensaje y despertar el deseo de adquirir el producto o servicio. Y he aquí otra gran virtud de las imágenes: hacer recordar.

El espectador capta el mensaje con sus ojos y los graba en su memoria para una posterior utilización.

José María

Ingeniero de formación, es un apasionado de pantallas, teclas, códigos, matemáticas y jeroglíficos varios; cuenta con un enfermizo síndrome obsesivo-compulsivo por el detalle y el trabajo bien hecho.